01 DIC

La pareja; una singularidad doble.

Por Carlos Vilaseco Romero Pareja

La pareja; una singularidad doble.

Quizás no es difícil demostrar que no hay dos parejas iguales…y quizás si es difícil demostrar la singularidad doble, en la medida que singularidad hace referencia a uno, y doble a dos.

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Observo desde hace mucho tiempo que nos cuesta mucho trabajo entender, en sentido general, qué es una relación de pareja “SANA”.  Igual muchos podemos pensar que la tenemos, que nuestra relación de pareja es normal. Y casi seguro que si, que lo es. Otra cosa podrá ser demostrar que es sana.

Cuando nos enamoramos, primero de la belleza, de lo que observamos desde fuera, nos llama poderosamente la atención aquello que esa persona es. Solemos admirar con facilidad aquello que nos gustaría ser… que no somos. Si la persona que nos atrae físicamente lo tiene, ejercerá una influencia magnética importante sobre nosotros. Si en cierto modo somos tímidos y en cierto modo nos gustaría ser más extrovertidos, sentiremos cierta atracción, cierta preferencia más o menos consciente por las personas que poseen esa cualidad. Soy un convencido de que nos enamoramos de aquello que vemos en los demás que nos gustaría poseer. Es como si de fondo hubiera una instrucción inconsciente de complementariedad en nuestra educación, en nuestro inconsciente.

Cuando tenemos la suerte de que la persona que nos atrae físicamente se fija en nosotros, como nosotros en ella/él tenemos la oportunidad de conocer más en profundidad a la persona emocional, psicológica que hay tras ese cuerpo atractivo. Es cuando vamos a la forma de ser…

Tras la fase de enamoramiento, que no dura demasiado, estereotipos y creencias personales al margen, (que respeto profundamente, pero que no comparto) viene una etapa de conocimiento personal en la pareja.  En esta etapa se pueden dar dos circunstancias.  La primera es que las escalas de valores de la pareja se complementen. Este proceso de completamiento promueve la interacción entre los miembros de la pareja y se puede considerar casi una escuela de desarrollo personal. 

 Las personas llevamos un bagaje vital a la relación de pareja, que en la mayoría de los casos casi no identificamos, no reconocemos. Sin embargo, nuestros miedos, nuestras creencias irracionales, nuestros estereotipos, nuestros fracasos nos acompañan a la vez que nuestras ilusiones y fortalezas.  Cuando empezamos a observar en el otro aquello que no  nos gusta (que coincide en la mayoría de las ocasiones con lo que no nos gusta de nosotros) empezamos a centrarnos en las diferencias. Empezamos a identificar todo lo que no nos gusta y apreciamos carencias que no habíamos visto antes…”el amor es ciego” se dice. La etapa de idealización caduca. Empieza a acabar el proceso de idealización inconsciente que acompaña al enamoramiento. No son pocas las veces que se oye en las parejas…”me tenía muy engañado/a”. Se inicia, aunque en la mayoría de las ocasiones no nos lo reconocemos un proceso de ruptura encubierta. Rompemos las idealizaciones, rompemos un poco la seguridad de futuro, y ganamos incertidumbre al no estar seguros de haber “visto bien” a la pareja. Pero… ya estamos enamorados, acostumbrados, y construido el apego. Si el balance entre dolor y beneficio sale positivo hacia beneficio, mantendremos la relación. De lo contrario se empezará un proceso de ruptura encubierta. Que esa ruptura se pueda re-elaborar o no,  depende del manejo del resentimiento que se haya creado.  Cuando los miembros de la pareja aceptan las diferencias, en lugar de acentuarlas, aceptan un proceso de aprendizaje, de conocimiento propio  y del complicidad. Se acepta la realidad, se conocen y comprenden las emociones, se crece la empatía… y nos vemos en el otro. En esta etapa de ruptura reconciliada, damos al otro el trato que nos gustaría recibir en nuestros errores. Cuando nos vemos en el otro, podemos entenderle mejor. Evolucionamos del enamoramiento al amor. El amor no es solo placer, también es agradecimiento, equilibrio y negociación. Cuando no se da la ruptura reconciliada aparece la ruptura reconocida. Cuando las diferencias no se aceptan, no se entienden, no se negocian, no se convenían…el dolor crece y la diferencia aumentan. Esta es la segunda posibilidad, cuando las escalas de valores no se complementan, no se negocian y no se implementan de ninguna manera. Las personas, lo olvidamos con frecuencia, somos Homo sapiens,  una especie del orden de los primates perteneciente a la familia de los homínidos. Como especie, también tenemos nuestros instintos y respondemos de forma automática a ellos. Fundamentalmente a dos. El instinto de huida y el del placer. El enamoramiento produce placer. El enamoramiento evoluciona a amor, que aporta seguridad y atención. Cuando no se da seguridad o atención, no hay amor. Cuando no hay amor hay dolor. Cuando hay dolor hay huida.

 Para la mayoría de nosotros, que las relaciones de pareja funcionen es un misterio. Las personas nos enamoramos esperando que las cosas funcionen entre los dos… cuando ese funcionamiento hay que construirlo, no esperarlo. Cuando esperas una cosa que tienes que construir, no es difícil que no aparezca nunca.

 Construir una relación de pareja sana implica buscar un amor maduro. El amor maduro conlleva intimidad; que equivale a compartir secretos, miedos, dudas, curiosidad…, pasión;  que equivale a desarrollar y mantener eroticidad y sexualidad satisfactoria… y compromiso; que equivale a tener la voluntad de compartir, tener un tiempo común y una capacidad de generosidad para quien amamos.